Con el desarrollo de los trabajos de oficina y puestos que fomentan el sedentarismo aumenta la necesidad de adaptar las sillas al trabajo que se desempeñe, para fomentar una mayor comodidad en el puesto de trabajo.
Para ello, una buena opción es utilizar una silla ergonómica para adoptar una buena higiene postural. Eso sí, antes de elegir el asiento más adecuado es necesario tener una serie de conceptos en cuenta.
Para empezar, algo primordial es conocer la anchura del respaldo. Son pocas las personas que suelen fijarse en esta medida y la realidad es que esta puede variar mucho de una silla de oficina a otra. Eso dependerá mucho de las características físicas de la persona ya que no es lo mismo una silla para una persona de ocho años que para un adulto de 40, por ejemplo.
Otro aspecto interesante es la calidad de los materiales ya que, con el paso del tiempo, unos materiales se desgastan más que otros. Las de tipo malla suelen ser más delicadas que las de cuero pero tienen la ventaja de ser menos calurosas en verano. Además, también tenemos que tener en cuenta su adaptabilidad. En la mayoría de sillas de escritorio ergonómicas suelen regularse la altura del asiento y la inclinación del respaldo. Los mejores modelos tienen la posibilidad de regular la zona lumbar para aliviar la tensión de las lumbares y el reposacabezas, tanto en altura como en ángulo.
Conseguir una buena silla es algo fundamental para pasar una buena jornada laboral y evitar problemas de espalda y otro tipo de circunstancias negativas que afecten al rendimiento.